En un mundo sacudido por tensiones geopolíticas, fluctuaciones monetarias y crisis sanitarias, el oro y otros metales preciosos resaltan como opciones sólidas para preservar el valor del patrimonio.
El escenario bursátil mundial se encuentra sumido en una volatilidad extrema. A raíz de acontecimientos como los ataques de EE.UU. a Irán en mayo de 2025 y la puesta en marcha de distintas políticas arancelarias, el sentimiento inversor se ha visto seriamente afectado.
El índice VIX, conocido como el “termómetro del miedo”, subió un 45% en el tercer trimestre de 2019, mientras que el oro mostró una correlación inversa con el S&P 500, situándose en torno a -0,6. Ante guerras, crisis económicas y devaluaciones de monedas fiduciarias, los inversores buscan activos considerados seguros para proteger su capital.
La evolución de precios ha confirmado el atractivo de estos metales. En 2024, el oro se revalorizó más de un 27%, cerrando por encima de 2.600 euros la onza. Durante la primera mitad de 2025, superó por primera vez los 3.000 USD la onza, alcanzando un récord de 3.400 USD en abril.
De forma paralela, la plata experimentó una subida cercana al 45% en 2024, con un cierre en torno a los 28 EUR por onza y situándose en marzo de 2025 en 34 USD.
Los grandes inversores asiáticos, bancos centrales y patrimonios privados han incrementado sustancialmente sus compras de oro en 2025. La accesibilidad a lingotes de bajo peso (1 o 5 gramos) ha democratizado la entrada de inversores minoristas.
Esta mayor demanda ha impulsado precios hacia máximos históricos, y su rendimiento ha superado al de la mayoría de alternativas tradicionales en lo que va de año.
Como toda inversión, la compra de oro y plata presenta pros y contras. Entre las ventajas destaca su condición de activo refugio en crisis y su capacidad de preservar el valor a largo plazo. Además, cuenta con una liquidez internacional que facilita su venta en cualquier mercado.
No obstante, no genera ingresos pasivos (dividendos) y acarrea costos de almacenamiento y seguro. En fases de bonanza bursátil, su rentabilidad históricamente más baja en períodos de bonanza bursátil puede hacerla menos atractiva. También puede mostrar volatilidad en el corto plazo.
El auge de las inversiones “verdes” ha impulsado la demanda de plata, clave en la industria solar. Asimismo, la inflación de costos de producción, las fluctuaciones en la moneda local (por ejemplo, el peso mexicano para grandes mineras) y cambios regulatorios laborales influyen indirectamente en el entorno de los metales.
Otros metales como el platino y el paladio también ofrecen oportunidades, aunque su liquidez es menor y están más sujetos a la demanda industrial que al resguardo de valor.
En un entorno global marcado por la incertidumbre y las tensiones geopolíticas, el oro y los metales preciosos continúan representando activos fundamentales de resguardo. Sus recientes máximos históricos y la creciente demanda de inversores institucionales y minoristas consolidan su posición como uno de los pilares de una estrategia defensiva.
La combinación de compra física, opciones financieras y participación en mercados secundarios ofrece flexibilidad al inversor. Aunque no exenta de costos y volatilidad en el corto plazo, la trayectoria de estos metales a lo largo de las grandes crisis demuestra su capacidad de resistencia y su valor en la preservación del patrimonio.
Referencias